Ha pasado una semana desde el último artículo de la serie. Y aunque nos ha costado un poco por la cantidad de trabajo, nos hemos dado un tiempo para continuar con las teorías del aprendizaje. Ahora es turno del cognitivismo.
Esta teoría, a diferencia de la conductual, busca conocer los factores internos que hacen que una persona aprenda. Los teóricos cognitivistas se han preocupado durante años de investigar cómo aprende el cerebro, y han intentado interpretar estos procesos para ofrecer estrategias de enseñanza eficaces.
La teoría cognitivista tiene sus orígenes en los años 70, como una nueva propuesta que superaría al conductismo. Por lo tanto, esta corriente incluye todas aquellas teorías que ponen foco en el estudio de la mente humana y su proceso de aprendizaje.
El aprendizaje como un proceso
Para el cognitivismo, el aprendizaje consiste en un proceso de 4 etapas: atención, interpretación, almacenamiento y recuperación. Por lo mismo, la nueva información es absorbida a través de los sentidos.
Las personas aprenden, cuando se logra una transformación del conocimiento, previamente acumulado en su memoria. Y asume que la mente cuenta con una estructura de conocimiento preexistente, la cual se debe modificar para que existan cambios en el comportamiento.
El aprendizaje es un proceso activo, donde el aprendiz tiene influencia directa y se produce a partir de la experiencia. Por consiguiente, el diseño de instrucción, desde el punto de vista cognitivo, se encarga de desarrollar experiencias de aprendizaje eficaces. Precisamente, en estas experiencias, el alumno hará un esfuerzo para asimilar la información y ejecutar el proceso de aprendizaje.
La teoría cognitivista tiene como centro al alumno, pues debe elaborar una estrategia enfocada en sus conocimientos previos, motivaciones y necesidades. Es así que, el conductismo se centra en los objetivos de aprendizaje.
Entre los representantes más importantes de esta teoría, están: Jean Piaget Jerome Bruner y Lev Vigotsky.